RERUM NOVARUM
MONSEÑOR GONZALO DE VILLA Y VÁSQUEZ, S.J.
Obispo de Sololá-Chimaltenango
(Prensa Libre, edición 23-marzo-2013)
Si fue sorpresa el elegido, también
fue sorpresa el nombre que escogió.
En la Iglesia Católica, la elección
de
un nuevo Papa significa un momento
particularmente
importante en la vida
de
la Iglesia universal.
Hasta ahora, con alguna
muy antigua excepción,
se elegía un
nuevo papa después de la muerte
de
su antecesor.
En esta ocasión el cónclave
para elección
del nuevo papa se
reunió tras la renuncia del Papa
Benedicto
XVI, quien, cargado de años,
consideró
con total honestidad que le
faltaban
las fuerzas para seguir ejerciendo
su
ministerio.
Las quinielas de los
días previos al cónclave mostraron
que
el cardenal que fue elegido no
aparecía
como uno de los favoritos o de
los
más mencionados.
Si
fue sorpresa el elegido, también
fue
sorpresa el nombre que escogió:
Francisco.
Su estilo y su personalidad marcan
novedades y
generan simpatías, aunque
seguramente
también alguna suspicacia.
Para el mundo, fuera de
Argentina,
su nombre era poco conocido.
Para
los cardenales, sin embargo,
sí
era conocido, y prueba de ello
es
que resultó elegido en el segundo día
del
cónclave.
En el plano personal puedo
contar
que lo conocí el año
pasado
en Buenos Aires.
Estuve unos
15 minutos con él, y
en
ese breve espacio de tiempo
pude
apreciar su calidad humana,
su
simpatía personal y
su
profundidad espiritual.
Un
elemento interesante es
que
desde el primer momento
está
haciendo énfasis en su
condición
de obispo de Roma,
haciéndonos
sentir a todos que
siente
y quiere a Roma como
su
diócesis y que es desde ella
que
preside en la caridad al resto de
iglesias
particulares en comunión
con
el sucesor de Pedro.
Su
cercanía personal, sus
rupturas
del protocolo, su énfasis
en
la dimensión evangelizadora
de
la Iglesia, su simpatía
personal,
son elementos que
resultan refrescantes
y
que muestran también muy
a las claras en qué
continente
nació.
La insistencia en
la misericordia, en el
presentar
a un Jesús que es
misericordioso,
que se acerca,
como
tantas veces vemos en el evangelio,
a
las personas en situación de
necesidad
para entrar en relación personal
con
ellas y para anunciarles la
buena
noticia en sus vidas y para sus
vidas
es algo muy vitalmente sentido
en
el papa Francisco.
Por ello no es sorprendente
que esa dimensión sea
algo
que practica y que predica de
manera
muy existencial.
El
nombre de Francisco, que hasta
ahora
ningún papa había escogido para
sí,
constituye en su caso una elección
que
muestra una identificación muy
profunda
con uno de los santos más
queridos
y populares, dentro y fuera de
la
Iglesia católica.
Es vivenciar al santo de
la dama pobreza,
del amor a la naturaleza,
de hombre
que ama la paz y quiere
hacer hasta
lo imposible para que
haya paz.
Pero es sobre todo recordar
al
santo que quiso llevar el
seguimiento
y la imitación de Cristo
con
total radicalidad y con alegría profunda.
Pido
a Dios que bendiga al papa
Francisco
y que le dé ánimo generoso y
firme
para timonear la barca de Pedro
en
los próximos años.